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Collacios d'Uxo

Ruido, ruido, ruido. Mucho, mucho ruido.

¿Qué ruido prefieres?

 

El ruido de la enfermedad que acabó en pandemia, el ruido del científico que acabó en la verdad, el ruido del político que nunca para de meter ruido, o tan sólo el ruido que sólo es ruido.

 

El ruido del miedo que nos acecha, el ruido de la depresión y del agobio, el ruido de la incertidumbre y la sumisión, o el ruido que somete al silencio.

 

Estoy harto de tanto ruido de colores, harto de las ruidosas palabras con sabores que nos da la prensa, harto de los ruidos altruistas y ególatras de ciertos personajes, harto de tanto repetir ese dichoso ruido, que tan solo es ruido.

 

Estamos tan bien educados que creemos lo que nos dice el ruido, y… oímos el ruido triste del virus, y… el frío ruido de la muerte. Oímos… la voz pétrea y ruidosa del que miente; y consentimos.

 

Tragamos el ruido sin masticar. Miramos al ruido y creemos verlo. Nos gusta el tacto del ruido. Nos gusta el olor del ruido.

 

El ruido da dinero. El ruido sucio también da poder. El ruido anclado puede generar más ruido.

Pero ¿Dónde está el ruido? ¿De dónde viene?

 

¿De los bolsillos de los ruidosos? ¿De la boca del que miente? ¿De la retina de una mirada furtiva? ¿De las manos del que promete?

 

Ruido. Desagradables ruidos. Sonidos erróneos, confundidos, inteligibles. Faltos de armonía, de ritmo, de cadencia. Si os fijáis, el ruido está vacío. Hueco. Sin contenido. Pero mete mucho ruido y contamina el pensamiento.

 

Cuidaros del ruido. No debe ser bueno.

 

 

Jorge.

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